SI NOS atenemos a mi idea de que sociedad sana es un oxímoron, porque el pegamento que la une suele componerse de turbiedades no elegidas como lengua, color, etnia, clase, sexo, género, religión, historia, folclore o territorio, se deducirá como yo que los líderes de esa sociedad tienen que ser per se los más cobardes y canallas, aquellos que en lugar de apelar a la razón o a los criterios técnicos apelan enseguida a las porquerías que he citado más arriba, con el fin de ganar poder, significándose en crear bandos y atizar los antagonismos, de forma que se fortalezcan todos los egos colectivos (o los egos minoritarios, convertidos ahora en secta). ¿Te sorprendes de lo lejos que han llegado un Castro, un Trump, un Bolsonaro, un Maduro, un López Obrador, un Boris Johnson, un Otegi, una Ayuso, un Pablo Iglesias? Yo no me sorprendo, cualquier grupo de más de cien personas acaba en eso; en el mismo momento en que en lugar de la palabra “todos” alguien pronuncia la palabra “nosotros”, los bandos despiertan, las irracionalidades tóxicas estallan y uno solo tiene ganas de salir corriendo mientras grita: “¡No pienso defender Madrid ni España ni Occidente ni la cristiandad ni la blanquitud ni la masculinidad ni a la santa izquierda, allá os hundáis todos, yo no os pertenezco ni os quise nunca ni os debo nada!".