EL PASO del tiempo perjudica al héroe deportivo y favorece en cambio al escritor. La verdadera razón de que Michael Jordan fuera elegido en casi todos los rankings como el mejor deportista del siglo XX es que Jordan logró sus grandes triunfos en la década de los noventa, el más reciente en 1998, donde alcanzó su apoteosis en aquel último minuto que jugó ante los Utah Jazz, por lo que sus hazañas estaban fresquísimas comparadas con las ya muy lejanas de Muhammad Ali, Jesse Owens, Mark Spitz, Pelé, Eddy Merckx, Giacomo Agostini, Babe Ruth, Larisa Latýnina, Margaret Court, Paavo Nurmi o Nadia Comaneci. En literatura, en cambio, la gloria de los escritores del primer tercio de siglo, como Proust, Kafka, Rilke, T.S. Eliot, Joyce y Woolf, no ha dejado de aumentar década a década y se tiende a decir que, después de Faulkner, "en literatura no se ha hecho nada", idea que habría que coger con pinzas porque es el más formidable de los tópicos. Casi todas la épocas contemporáneas, en las letras, se suelen ver a sí mismas como épocas de decadencia y, para saber si esa sensación no es un espejismo, se debe esperar al menos 50 años para que se disuelvan los intereses creados y se puedan leer las obras producidas con un poco de perspectiva. En la Francia de Flaubert, Maupassant, Verlaine, Rimbaud y Mallarmé se decía que la literatura francesa había entrado en decadencia con respecto a la época de Lamartine, Balzac, Stendhal y Hugo; a su vez, Dostoyevski escribe en su Diario del escritor que los críticos rusos tenían la misma idea negativa de la literatura rusa producida en su época... ¡cuando coincidían Turguéniev, Tolstói, Chéjov o el propio Dostoyevski durante esa época, la que décadas después sería considerada la "edad de oro" de la literatura rusa!