UNO DE los principales problemas que afrontamos los escritores que creemos en lo popular, entendido lo popular como la asunción de que trabajamos con los significados que el pueblo da a las cosas y, por tanto, en continuo peligro de incurrir en cliché, es que nuestra literatura solo tiene sentido si llega a la gente pero, por otra parte, hay que vigilar para que ese no sea el único objetivo de nuestra tarea. Todo escritor popular trabaja con tópicos, pero a la hora de manipularlos se mueve entre estas tres posibilidades:
a) Si escribo muy cerca del tópico o incurro en él, voy a conseguir muchos lectores pero voy a ser un autor popular malo.
b) Si consigo separarme del tópico pero sin alejarme, voy a conseguir una cantidad de lectores notable y voy a ser un autor popular bueno.
c) Si me alejo tanto del tópico que lo pierdo de vista, solo tendré lectores selectos y ya no seré un autor popular sino de alta literatura.
La opción más adecuada para un escritor popular es la b, sin duda, por lo menos para el escritor popular puro que rechaza la literatura gongomallarmeana, bien por conciencia de clase o por razones sanguíneas o gustativas. La opción b es la que te permite llegar a la gente sin ser engullido por ella, así como hacer una obra donde el componente literario supere al no literario.
Otra contradicción estructural del escritor popular es que un escritor solo mejora si prueba, si cambia, si arriesga, si, como dije anteayer, se niega a adquirir experiencia, y eso significa que este tipo de escritor, cuyo objetivo de llegar al público no es un objetivo menor sino la manera en que su labor cobra sentido, la manera en que sirve a la comunidad, suele mejorar cuando falla en su cometido, se convierte en mejor escritor cuando los caminos que está frecuentando no suscitan el aplauso del público y, por tanto, le empujan a intentar otros nuevos. En el momento en que un escritor popular triunfa, surge la tentación de tomar papel de calco y hacerle hijos gemelos al poema/cuento/novela/aforismo que ha triunfado, tentación que se debe evitar o incurrir en ella lo mínimo posible, porque supone la muerte de todo escritor, sea popular o no.