EL DAÑO que hizo el romanticismo al inventar el concepto de "genio" para los artistas. Genio perseguido, naturalmente, cráneo que se adelanta a su tiempo y por tanto se convierte en enemigo de los burgueses y bienpensantes, etc. A partir de ahí el fingimiento y la tontería se extendió incluso en los más grandes: de Baudelaire se recuerda que fue condenado a pagar 200 francos por escribir "Las flores del mal", pero se recuerda menos que en ese mismo año de la condena, 1857, recibió una ayuda a la creación de 2500 francos por parte del gobierno francés, o sea que era un poeta maldito pero subvencionado. Y de Rimbaud se subrayan sus rebeldías en París, pero se subraya menos que en el mismo tiempo vivía la esquizofrenia de regresar de continuo bajo las faldas de su madre, con la que se comportaba como un chico formal. Por otra parte, me hace mucha gracia la comprensión y hasta aplauso de las "ocurrencias" de los supuestos genios. Sabido es que Rimbaud atacó a los revolucionarios de la Comuna, que en su opinión eran "blandos", y propuso destruir hasta los cimientos el museo del Louvre y la Bibliothèque Nationale. ¿Se tiene conciencia de lo que habría pasado si hubiera conseguido su propósito?  ¡Ni cien Rimbauds valen lo que hay dentro del Louvre, por favor!

Pero la razón principal por la que me opongo al concepto de genio aplicado a los escritores es que la herramienta del escritor, el lenguaje, es una herramienta colectiva. La literatura es una escultura individual realizada con barro colectivo. Las innovaciones de los escritores más revolucionarios, los Góngora, Vallejo, Huidobro, Girondo, Salvador Novo, Oquendo de Amat..., son una mera jarra de agua arrojada al océano del idioma. Un escritor es un cocinero que mezcla ingredientes; incluso cuando se inventa palabras o ideas, las inventa con esqueleto de palabras anteriores; hasta los poetas de LANGUAGE crean contra lo construido pero considerándolo. Por otra parte, la deuda que tenemos los escritores con la tradición literaria es inmensa: a cada frase que tratamos de escribir, nos viene de forma inconsciente toda una gama de posibilidades desde el Mío Cid a Pizarnik. Esa es la razón por la que decía Schiller: "Los poetas se vuelven vanidosos cuando escriben su primer poema bueno, cuando la realidad es que es muy fácil escribir un poema bueno en un idioma culto, porque es el propio idioma el que te lo escribe".

El triunfo del concepto de genio, sin embargo, se debe a los mercaderes de libros y a la literatura concebida como rama del etnocentrismo y soporte identitario del estado, a los que les vino bien este invento romántico. Si le dices al lector que el escritor es un tipo genial y extravagante que bebe y se droga y tiene amoríos y tumba gobiernos, vas a vender más libros. Si le dices en cambio que el escritor es sobre todo un tipo que se pasa la mayoría del tiempo sentado, bien leyendo los libros de otros o escribiendo los suyos, vas a vender mucho menos. Por otra parte, desde que la literatura está en manos del estado los escritores ya no son escritores, sino héroes de la patria, por lo que decir que Rafael Alberti es un genio es una estrategia formidable para blindarlo, no sea que te pongas a leer su poesía completa, como hice yo, y descubras que el 95% es de una calidad bajísima.

Al estado le interesa que haya genios, al FNAC también le interesa, ergo hay genios.