DURANTE MUCHO tiempo aquel rebaño vivió tranquilo con su pastor, su perro, sus 72 ovejas blancas y su única oveja negra, pero de pronto algunas ovejas también decidieron hacerse negras.
—Este rebaño se está poniendo divertido —decían los gorriones.
Apenas se habían recuperado del susto de tanta oveja negra, cuando una decidió hacerse blanquinegra:
—Es que a veces—explicó— os adoro y quiero estar con vosotras, pero otras veces no os soporto y me gustaría irme a una isla.
El ejemplo de esta oveja empezó a cundir y muchas ovejas que añoraban su otra mitad se hicieron también blanquinegras. Pronto se convirtieron en las más populares del grupo, hasta que de pronto una oveja decidió hacerse azul:
—¿Y ese color? —le preguntaron.
—No lo sé. Se me ha ocurrido mientras miraba al cielo.
La oveja azul también cundió y a partir de ahí se produjo el disloque: aparecieron ovejas verdes, amarillas, rojas y también de colores mestizos: rojiblancas, blanquiazules, gualdigranas. Sucedió también que ya no había que dar explicaciones sobre los cambios:
—¿Y tú por qué llevas la barbilla azul, la pata delantera izquierda blanquiverde y la cola gualdivioleta?
—Porque me sale de los cojones.
Así fue como el rebaño, uniforme durante mucho tiempo, se convirtió en un rebaño multicolor para desesperación del pastor, que cada vez tenía más dificultades para controlar y numerar a las ovejas, y sobre todo del perro guardián, que empezó a confundirlas con las cabras, los zorros y los arbustos. Y, sin embargo, había una oveja que estaba aún más enfadada con aquellos cambios.
—¿Quién?
—La oveja negra.
—¿Qué oveja negra?
—La antigua oveja negra.
Desde que aparecieron las primeras ovejas negras, la antigua oveja negra reclamó su precedencia, pidió derechos de copyright y empezó a crear mal ambiente. Se le engrió el carácter. Acusaba de caprichosas y oportunistas a las ovejas multicolores y ya solo toleraba a las cuatro ovejas que seguían siendo blancas. Se dice que hasta empezó a conspirar con el pastor y el perro para volver al antiguo orden de cosas: hasta ese punto llegó su desesperación por dejar de ser la única.