NADA ME crispa más de Nietzsche que sus elogios desaforados a la fuerza, la crueldad o el afán de dominio, a los que considera valores “que garantizan el futuro”. Pensaba aquel viejo que una sociedad solo gozaba de salud mientras conservaba la sed de poder. Con qué ganas lo hubiera trasladado en una máquina del tiempo al 6 de agosto de 1945, fecha en que cayó la primera bomba atómica en Hiroshima, y mostrándole las ruinas, decirle: “Mira, amigo Friedrich, aquí tienes LO QUE GARANTIZA EL FUTURO”. Porque a partir de aquel 6 de agosto y desde que la humanidad posee armas suficientes para destruirse varias veces, o desde que sabemos que el clima del planeta no soporta el capitalismo salvaje, ya no se puede seguir flirteando con los valores agresivos que ensalzaba aquel loco genial: lo que ahora más que nunca “garantiza el futuro” es el pacifismo, el ecologismo y el universalismo.