ESCRIBE JOSÉ Kozer en Huella destartalada:
En Cuba, los pocos amigos que tenía mi padre eran judíos y españoles. Recuerdo a mi padre hablando siempre de España, como si de una utopía se tratara: parecía soñar con irse a vivir a España, parecía desearla como lenguaje utópico, un lugar para recomponer su vida, su tronchada juventud polaca, su desarraigo profundo. España, las nieves; España, la austeridad: un carácter bronco, una gente de pocas palabras. Esa era su España interior, y así eran sus amigos españoles radicados en Cuba: gente de una sola palabra y por ende, gente de pocas palabras. Gente honrada.
Es curioso cómo cambia la visión de las idiosincrasias según la parte de la Tierra desde la que se valore. En la misma línea de Kozer, una dominicana me habló hace meses de que los caribeños sufren mucho en España, al menos los primeros años, porque en su opinión los españoles son muy serios, discretos, competitivos y "locos por la velocidad y el trabajo". Visto desde el Caribe, parece que los españoles fueran los alemanes de la hispanidad; si preguntáramos a los alemanes, en cambio, estoy seguro de que te dirían que los españoles son los caribeños de Europa.