TODAVÍA NO saben si el virus se irá, o si se transmite también por el aire, o cuánto duran sus anticuerpos, o si mutará a una variedad más asesina, o cuánta inmunidad proporcionarán las vacunas...
Hay que tomárselo con humor. Contemplar el fracaso de todos los-que-saben y todos los-que-mandan, los mismos que nos han llevado a este planeta de locura productiva y acelerativa, tampoco es pequeño consuelo.
Ayer éramos el mundo desarrollado, un paraíso de cristal y aluminio a prueba de bombas y hambrunas y catástrofes. Ayer teníamos expertos que sacaban soluciones para todo de su marmita de números y logaritmos; ayer un historiador israelí, Harari, publicaba "Sapiens", fenómeno mundial de ventas, donde decía que la muerte ya es tratada en el mundo occidental "como un problema técnico a resolver".
De pronto viene un virus de pacotilla, el hermano punk de la gripe, y los expertos fracasan y los gobernantes naufragan y esto es la Babilonia de los infiernos y sálvese quien pueda.